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Christodoulos, Arzobispo de Atenas

"Qué significa hoy para nosotros el 21?"

Traducido del griego al español por: Joaquín Cortés Belenguer, JOAQUINCORTESB@terra.es


Psara no es una isla del Egeo, es un altar del Helenismo. Un altar en cuyo negrísimo respaldo tiene su refugio la Libertad, conmemorando el brillo de los valientes y ornando sus cabellos con coronas de gloria.

Hombre preeminente aquí es Konstantinos Kanaris, el hombre de Psara que concentró en una sola línea la quintaesencia del alma del espíritu griego en los siglos, cuando respondió para sí tranquilamente a los temores razonables y a los sueños del futuro "¡Konstantinos, sea como sea vas a morir!", y haciendo la señal de la cruz se lanzó para hacer añicos la presencia turca en el Egeo.

Permitidme que dé gracias a Dios por concederme la gracia de venir a estas santas tierras a honrar a Kanaris, a otros marinos de los brulotes de Psara, y a todos vuestros ancestros, con cuyo sacrificio y pérdida, dieron a Grecia la corona de la Libertad. Y ruego que guardemos de pie un minuto de silencio en su memoria como testimonio de inefable honor.

Infinito es el número de griegos que han hablado del mismo tema. Profesores de todas las etapas de la enseñanza, eruditos, políticos, gobernadores de las regiones han hablado sobre el 21. Y habitualmente, nos dicen cuán grande fue la lucha, cuán importante el pueblo y cuán impecable sucedió todo.

Hablando del 21 queremos fijarnos en el elogio, y nos negamos a dirigir la vista hacia la problemática. Cerramos los ojos y los oídos ante lo que podría ser no ya triunfalismo sino control. Creemos que bastan a nuestros héroes las grandes palabras y la coronas que depositamos. No queremos sentir que el único honor hacia los héroes, el único reconocimiento de su sacrificio, es no sólo el recuerdo sino también principalmente nuestro comportamiento.

Siento sin embargo que aquí en Psara, lugar sagrado donde inicio mis homilías en honor de la Lucha, deberé invitar a todos nosotros a que hagamos un ejercicio de autoconciencia.

Quiero que nos atrevamos aquí, juntos, a ver nuestra indiferencia hacia el ’21. ¿Cuántos, en verdad, de los griegos de hoy día nos conmovemos al recordarlo? ¿Cuántos comprendemos su mensaje y cuántos sentimos que debemos adecuar nuestras vidas a su espíritu?

Además sin embargo de la indiferencia, está la ignorancia. Sabemos todos que los niños griegos hoy en las escuelas aprenden poco sobre el ’21, pocos son conscientes de cuánta sangre y cuánto profundo dolor tiene dentro de sí ese símbolo que se llama bandera, que muchas veces se le trata como un común trapo. Muchas veces tenemos la impresión de que si nuestros pequeños vivieran en país extranjero, aprenderían casi las mismas cosas. Y los niños extranjeros, además, que van a la escuela con los niños griegos, no sienten que éstos no participan de esta herencia.

Hemos aprendido a trasladar nuestras responsabilidades a terceros, a decir que es culpa del Ministerio de Educación, o que es culpa de los profesores. Y sin embargo, somos nosotros los responsables, nosotros hemos creado esta alienación de la Nación de lo que es sagrado y santo, nuestros son los profesores y nuestro es el ministerio.

Nosotros vemos impasibles y con pseudocomprensión la total disolución de nuestra familia – ¿que nos despierte del letargo Tzavelena? Nosotros nos hemos dejado caer en el dulce remolino del consumismo – ¿qué nos tendrán que decir estos marineros del ’21 sobre nuestra televisión? Nosotros pedimos a las escuelas que no cansen a nuestros niños - ¿agotaremos pues a los niños si les hablamos de patria y valentía?

Hemos creado una sociedad que parece un vivero del mal. Cualquier director puede burlarse en televisión del amor a la patria y de la fe en Dios, y nosotros lo vemos tumbados en nuestros cómodos sillones y nos reímos. Nos divertimos viendo cómo se burlan de los héroes, cómo humillan a aquellos que pagaron con sangre y temor nuestro derecho a sentarnos frente al televisor. Sin ningún sentimiento de vergüenza y responsabilidad, presenciamos boquiabiertos como estúpidos la incesante y premeditada difamación de la patria y de la fe.

Hemos creado una educación en la que el amor a la patria se considera fascismo, y en la que la oración de los alumnos se ha visto reducida a cinco frases rituales sin sentido. Hemos confiado la educación de los niños a la televisión. Y ésta ciertamente nos paga, enseñando a nuestros pequeños que los únicos valores verdaderos son la caza del dinero, la caza de la carne, y la caza del éxito momentáneo.

Permítaseme que recuerde a Yiorgos Politis. No os reprocho que no os acordéis de este pequeño marinero del barco de Miaoulis. Estaba la armada egipcia concentrada en Methoni y allí fue Miaoulis a destruirla. Le acompañaban dos importantes patrones, Pipinos y Rafalias. Pero ninguno de ellos se atrevía a entrar en el puerto y abordar con su brulote los barcos del bajá Brahim. Miaoulis les rogó, suplicó, amenazó, pero le respondieron que era imposible que aquello saliera con éxito. Miaoulis se quedó solo yendo de un lado para otro de la cubierta de su barco. Entonces, el pequeño marinero Yiorgos Politis, se presenta ante él y le dice:

Déjeme el brulote de Rafalias, iré yo.

¿Qué eres tú? Gruñió Miaoulis. ¿Eres mejor capitán y conoces el oficio?

No, pero ¿qué tiene que ver? Respondió con modestia el marinero. Por una vez, será mi oficio. Lo prometo.

¿Sabes donde vas? ¡Vas a que te maten!

Dios dirá, almirante. Él dirá.

Ésta fue la respuesta del pequeño. Y cogió el brulote. El pequeño marinero, de dieciocho años, entró en el puerto. Lo siguieron en seguida los otros, avergonzados de que un muchacho valiente tan joven entrase solo en las fauces de la muerte. Y así aconteció el milagro de la destrucción de la temible flota egipcia.

Quiero que os pongáis la mano en el corazón, y os preguntéis todos los griegos: ¿qué televisión forjará el alma del pequeño marinero, de Yorgos Politis? ¿De qué escuela saldrá este niño hoy?

Os mostraré otro ejemplo más cercano. Dijo Kanaris ya viejo a unos extranjeros que lo visitaban y le honraban: "Doy gracias a Dios por permitir que un pequeño marinero de una isla griega de las más pequeñas hiciera algo por la patria".

Estas palabras, sin ningún alarde, sin ninguna arrogancia, dijo el anciano. Y me pregunto, no cuánto carácter ha de tener alguien para hablar así, sino cuánta calidad ha de tener una comunidad para poder escuchar estas palabras. Me pregunto si comprendemos todos que estas palabras, este carácter de Kanaris, es otro brulote lanzado no contra los buques turcos, sino contra el ateísmo y la negación de la patria de nuestros días.

Llegado a Psara, a la isla del supremo sacrificio, quisiera llevar este problema al interior de las almas de nuestro pueblo: no honramos verdaderamente el ’21 y sus combatientes, no respetamos sus sacrificios simplemente murmurando palabras de admiración con ocasión de los aniversarios.

No honramos a Dios moviendo nuestras cabezas y reconociendo que sí, que existe como si le hiciéramos el favor de permitirle que exista. No honramos a Dios admirando su bondad y continuando nuestros pecados. Lo mismo sucede con los héroes, no los honramos verdaderamente más que si nos ponemos frente a ellos con humildad, pidiendo a Dios que nos permita tener siempre en nuestro corazón su ejemplo iluminador.

Quisiera que la fiesta del ’21 que decidió nuestra Iglesia no nos conduzca a nuevas homilías con viejo contenido, ni a jactancias, sino a un reexamen de nuestro comportamiento. Veamos dentro de nuestras almas y en nuestra familia qué error hemos cometido, y que hemos de repararlo.

Ésta será la única verdadera corona de mirto que podemos depositar verdaderamente en memoria de los combatientes.

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